Sigo aquí




Este año ha transcurrido increíblemente rápido y ha estado tan lleno de nuevas experiencias que casi no he tenido tiempo de estar triste. Entonces, ¿era cierto lo que decía mamá? Que simplemente estaba triste porque no tenía nada que hacer.

Encontré un trabajo. Al inicio fue desastroso al punto de no poder ni comer y hacer miles de horas extras para no evidenciar mi lentitud, aunque ahora sea todo lo contrario.

Conocí un nuevo grupo de personas gracias a ese trabajo, donde de vez en cuando creo cosas muy bonitas que me llenan de alguna forma el alma.

Una extranjera se enamoró de uno de mis proyectos y me pidió uno igual para ella.

Sigo teniendo amigas.

Casi me mudo con mi pareja. Finalmente iba a hacer realidad uno de mis sueños, hasta que de nuevo pude notar que mis decisiones son las peores. Y qué bien que estuve a tiempo.

Estuve todo el año prácticamente haciendo lo que no quería hacer en la penúltima entrada, pero sorprendentemente no lo sentí tanto como un martirio.

Este año me ha permitido soñar un par de cosas:

Irme muy lejos aunque una parte de mi corazón está aquí y no pueda irse así nomás. 

Poder hacerme cargo de mí misma.

Este año está por terminarse. Aún tengo mucho miedo. Aún siento que sigo sin saber qué hacer. Aún lloro por sentirme continuamente de esta manera. Aún dudo constantemente de mí misma, de mis decisiones, de mi ser. Aún no puedo soñar algo más allá de pasajes borrosos, de un viento que acaricia mi rostro y rayos suaves de luz que entran sigilosamente por la ventana. Aún.

Comentarios